Carlos Milla Dávila, connotado líder
empresarial cusqueño, reflexiona sobre el avance de la modernidad en el Cusco,
sobre la resistencia que enfrenta dicho avance, y sobre el futuro de esa
región.
¿Reconocen
los cusqueños que el crecimiento económico de las últimas décadas ha
producido importantes incrementos del bienestar?
Definitivamente. Bienestar hay, creo que es innegable. Sin embargo le hace una pregunta a
cualquier cusqueño y le dice “estás mejor que antes”, siempre va a haber una
voluntad de queja, pero que hay bienestar, hay bienestar. Yo conversaba ayer
que donde están subiendo los precios en beneficio de la población, la
comunidad, es precisamente en los bienes y servicios que produce la gente de
base de la economía. Los taxis han subido en un 50%, 60% y hasta en 100%. Eso
es una buena noticia porque significa que los taxistas están gastando más y
están teniendo más. Ha subido la lustrada de zapatos, ha subido el emoliente,
ha subido el tamalito, han subido cosas así, que están impactando sobre la
economía local. Es verdad que hay un importante componente de dinero “non
sancto” que ha entrado a la economía cusqueña: Hay contrabando, hay dinero de
la minería ilegal que se blanquea en el Cusco. Pero, de una u otra manera, este
impacto ha entrado de manera transversal en toda la economía, y sí, hay un
incremento, creo que existe un reconocimiento de que sí
estamos mejor.
¿Hay
una visión empresarial moderna en el Cusco?
Yo diría que sí y no. La cercanía al turismo nos ha abierto a empresarios de otros países, de otros mundos, que están actuando en Cusco. El cusqueño ve eso y definitivamente muchos cusqueños se han enganchado. Por ejemplo, yo diría que el turismo está produciendo muchísimo comercio electrónico a todo nivel, porque hay guías, hay modestos choferes que tienen su página (web) y están en la modernidad. Sí hay modernidad, sin embargo, el salto que creo que debemos dar todavía es el de la empresa familiar al de la empresa con buenas prácticas corporativas, porque solo en la medida que tengamos estas buenas prácticas corporativas de transparencia, de buenas prácticas, vamos a ser capaces de insertarnos como una parte, como una pieza, con inversionistas que vienen de afuera. En tanto y en cuanto no hagamos eso seremos solo los amigos locales simpáticos, y no seremos los socios de los inversionistas de afuera.
Yo diría que sí y no. La cercanía al turismo nos ha abierto a empresarios de otros países, de otros mundos, que están actuando en Cusco. El cusqueño ve eso y definitivamente muchos cusqueños se han enganchado. Por ejemplo, yo diría que el turismo está produciendo muchísimo comercio electrónico a todo nivel, porque hay guías, hay modestos choferes que tienen su página (web) y están en la modernidad. Sí hay modernidad, sin embargo, el salto que creo que debemos dar todavía es el de la empresa familiar al de la empresa con buenas prácticas corporativas, porque solo en la medida que tengamos estas buenas prácticas corporativas de transparencia, de buenas prácticas, vamos a ser capaces de insertarnos como una parte, como una pieza, con inversionistas que vienen de afuera. En tanto y en cuanto no hagamos eso seremos solo los amigos locales simpáticos, y no seremos los socios de los inversionistas de afuera.
¿Por
qué hay tantas manifestaciones anti modernidad y anti mercado en el Cusco?
Yo diría que en el Cusco somos depositarios de la tradición.
Y la tradición se ha entendido desde la academia como la antítesis de la
modernidad. Entonces nosotros somos los “guardianes
de la tradición” – estoy hablando entre comillas -, ergo debemos, de alguna
manera, resistir a la modernidad. Desde hace muchas décadas el indigenismo, el
incaísmo, fueron corrientes progresistas muy interesantes que nosotros no las
hemos sabido interpretar.Nos hemos
quedado en el pasado, la historia nos pesa, las piedras pesan, y sí, creo que
el discurso de tradición versus modernidad es un debate que no se ha discutido
a fondo y que es nuestra tarea todavía. Es casi un pecado decirlo porque ya
tendríamos que haber superado esto, pero no: Hay mucha gente que – el pueblo va
a decirlo – desde la academia, desde la universidad del Cusco, impulsa que la
tradición tiene que ser la resistencia a la modernidad. Esto es perverso, pero
es algo que tenemos. Ya no es mayoritario, pero hay una prédica que ha cundido
en la gente y lamentablemente está allí todavía.
¿Está
surgiendo una nueva clase dirigente en el Cusco?
Yo diría que sí, pero no en la medida que quisiéramos.
Creo que toda sociedad necesita élites, y las élites de los años 60’, 70’, eran
élites de los terratenientes, de las familias que han caído en la pobreza, y
nos hemos quedado sin élites. De allí salían los políticos, de allí salían los
académicos. Ahora tenemos una fragmentación total. La academia no tiene élites
en Cusco y esto es lamentable, esto es perverso, porque una ciudad sin élites
no va a ninguna parte. Las élites sociales se han vuelto populacheras, y no son
élites. ¿Por qué? Porque una élite es la que ve más adelante, la que tiene
capacidad de conducción. Las élites políticas sabemos por dónde van:
Lamentablemente el político actual no es el político que se encarga de la cosa
pública. Desde la empresa sí hay una élite pensante con
mucha capacidad propositiva, todavía embrionaria porque solo estamos en eso, en
la capacidad propositiva, pero sí creo que tenemos una interesante capacidad de
reflexión.Cuando hablamos de los actores políticos, por ejemplo,
creo que es muy peligroso lo que vaya a suceder por falta de visión. Cusco está
en las puertas de tener un nuevo aeropuerto internacional que va a dejar estas
290 hectáreas de la ciudad libres, y no hay todavía - ni de la región, ni de la
municipalidad provincial – ni un plan para saber qué hacemos con esta gran área
de 290 hectáreas en el medio mismo del Cusco, que son las únicas y últimas
áreas libres. Desde la empresa estamos proponiendo – desde el nivel propositivo
solamente – hacer un verdadero “Central Park” en el corazón del Cusco, una zona
hotelera, una zona de recreación, una zona de bosques, una zona de actividad
cívica, una zona de recreación. Creo que Cusco merece esto. La hotelería en el
centro está saturándose, ya va a llegar a un punto de inflexión que será
peligroso y que puede deteriorar urbanamente la ciudad. Creo que estamos ante
la tremenda oportunidad de tener la visión de hacer en estas 290 hectáreas el
futuro “Central Park” del Cusco.
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