Respuestas de Christian Wiener
Fresco, ex Director del Ministerio de
Cultura, a la revista 'Velaverde'.
El editorial
publicado por el diario El Comercio el lunes pasado manifiesta que es absurdo
el proteccionismo nacional a la producción cinematográfica, ¿Cuál es tu postura
frente a ello?
El editorial de El Comercio tiene el objetivo político de cuestionar
cualquier tipo de ayuda o participación del Estado en la economía, arguyendo
que el libre mercado garantizaría la eficiencia de su manejo. Sin embargo, la
realidad no es tan simple y esquemática, ya que el libre mercado no siempre es
tal, en especial en el campo de la cultura, que no se puede regir solo por
variables de oferta y demanda, ya que tiene un valor de expresión e identidad
que está más allá de lo comercial. En el campo específico del cine,
existe un mercado desigual, dominado por una oferta mayoritaria de un solo
país, que distorsiona la libre competencia con la pequeña producción nacional.
Por esa razón, no solo en el Perú, sino en gran parte del mundo, existen
diversas leyes, normas y acciones de incentivos vía subvenciones, subsidios,
tributos o regulaciones de mercado de los estados, para promover su
cinematografía, como parte de las industrias culturales, dependiendo sus
alcances y características de las orientaciones económicas e ideológicas de
cada país.
Con respecto al suceso comercial
de ‘Asu Mare’, este ha sido, a todas luces, excepcional, y no la regla de la
exhibición comercial. Basta recordar lo que sucedió el 2011 con el estreno de ´Las malas intenciones´maltratada
por el comercio cinematográfico con horarios anticomerciales, y que gracias al
reclamo público en su momento del Ministerio de Cultura, pudo ser restituida su
exhibición en condiciones más adecuadas. Y como ese, hay muchos otros casos que
los directores y productores locales pueden relatar, desde retiro de afiches,
no pase de tráiler hasta cancelación inopinada de funciones o cambios súbitos
de los horarios, que no sucede con otras películas.
¿Qué es la
cuota de pantalla y por qué es necesario que exista una ley que tome en cuenta
este concepto? ¿Qué otros factores importantes se han contemplado en el
anteproyecto a la ley de cine?
La cuota de pantalla es un mecanismo
por el cual se asegura un mínimo de espacio anual para la difusión del cine
nacional en las pantallas de las salas de cine comercial. No es algo privativo
del cine, en la vigente Ley de radiodifusión se contempla una cuota de pantalla
del 30% para la producción nacional en los canales de televisión peruanos,
cifra también estipulada para las estaciones radiales. Lo que la propuesta del
Ministerio de Cultura, en conjunto con los gremios de cine, planteaba es la
posibilidad que la entidad oficial de la cinematografía, “teniendo en cuenta la
infraestructura de salas de exhibición cinematográfica existentes en el país,
los promedios de asistencia y el volumen de producción de obras
cinematográficas nacionales por año, podrá fijar anualmente políticas sobre
porcentajes mínimos de exhibición de obras cinematográficas peruanas en
cualquier medio o sistema correspondiente. Este porcentaje no debe superar el
veinte por ciento (20%) del total de obras exhibidas a nivel comercial en
el país durante el mismo período de tiempo.” Como se puede ver, no se plantea
la cuota de pantalla de manera obligatoria e ineluctable sino como una posibilidad
o potestad de acuerdo a diferentes variables anuales, como el volumen de la
producción nacional y la cantidad de espacio que permitan las salas a la
difusión de las películas peruanas. Y el porcentaje máximo que podría alcanzar
esta cuota es 20%, que no es una cifra arbitraria, sino que esta consignada en
el Tratado de Libre Comercio del Perú con los Estados Unidos, donde se
garantiza que hasta ese número nuestro país, de manera facultativa, podría
condicionar su presencia en el mercado audiovisual. Pecan de ignorancia todas
las voces que hablan que supuestamente la cuota de pantalla “obligaría” a los
espectadores peruanos a ver su cine. No, aquí no se trata de imposiciones ya
que cada quien es libre de ver lo que quiera, pero si abrir
oportunidades para que el cine peruano no sea, en su gran mayoría, el inquilino
casi molestoso en su propio país, y pueda llegar de manera regular y segura a
su público natural en similares condiciones a los otras cinematografías,
incluyendo los grandes bolckbusters norteamericanos que nos invaden
cotidianamente las pantallas. La cuota de pantalla se aplica en países europeos
como Francia y España, en Argentina y Brasil y en Corea del Sur, por mencionar
solo algunos ejemplos, y en esos países no ha eliminado la “competencia” estadounidense,
pero si cautelado y potenciado a su cine propio.
Adicionalmente a la cuota de
pantalla, que debe complementarse con el mínimo de mantenimiento, que es un
mecanismo que asegura que una película que cumple un mínimo de espectadores en
una semana no sea retirada arbitrariamente de cartelera, otros temas que aborda
el anteproyecto es la creación de un fondo de financiamiento al cine que no
dependa tanto del presupuesto sino de la propia actividad cinematográfica, y
que permita abordar la promoción del cine de manera integral, partiendo de lo
cultural con la creación de la cinemateca nacional, el fomento a los festivales
y cineclubes y la formación de público, e incidiendo también en el impulso a
nuevas formas de producción y exhibición, con el desarrollo de la tecnología
digital; entre otros puntos esenciales de la propuesta que todavía se encuentra
en el Ministerio de Cultura, a la espera de ser elevada al Legislativo
para que pueda hacerse realidad.
¿Es el éxito
de la película ‘Asu Mare’ algo que puede favorecer a futuras producciones
nacionales de distinto corte? ¿Es correcto afirmar que la producción
cinematográfica debe ceñirse a los gustos del público?
El gran éxito de ‘Asu Mare’ debe ser
reconocido y felicitado por todo el cine peruano, negarle méritos a su apuesta
y resultados sería mezquino. Más allá de sus valores y limitaciones, que los
tiene como cualquier película, abre un camino importante para el cine nacional,
al reencontrarlo con su público que se creía perdido, derrotando por una vez a
los tanques hollywoodenses que dominan la cartelera. En ese sentido, ha tenido
mucha mayor fortuna –que no es producto del azar, sino del estudio de mercado-
que otras cintas peruanas que también apostaron en los últimos años a lo
popular y no lograron sintonizar tan abrumadoramente con el público mayoritario
como si ha sucedido en este caso. El peligro es suponer, como en el mencionado
artículo de El Comercio, que ya se encontró la fórmula mágica y todo el cine
nacional debe reducirse a repetirla. De alguna manera, el éxito de ‘Asu mare’
lo han vivido también otras cinematografías de la región, apoyadas en figuras
mediáticas, humor criollo y costumbrista, y en filmes promovidos casi siempre
por televisoras comerciales (inexistentes en el caso peruano, donde el gran
promotor fue una empresa de cerveza de origen brasileña) pero eso no ha sido
óbice para que en esos mismos países se siga promoviendo producciones de otras
características y públicos. Y aquí en el Perú, no lo olvidemos, en la década de
los 80 y pese a la crisis, y que nuestra población era menor, algunas películas
peruanas llegaron a superar más de un millón de espectadores, respaldadas por
la exhibición obligatoria que propiciaba la ley de cine vigente en esos años,
que se promulgó en el satanizado gobierno militar de Velasco.
El cine peruano no puede reducirse a
‘Asu Mare’ así como antes no podría encasillarse en los premios de la ‘Teta
asustada’. Entre ambos, y a los lados, hay diversidad de propuestas
cinematográficas posibles, como diverso es nuestro país: cine de autor, de
género, animado, documental, regional, independiente, experimental, popular,
etc. y debe haber campo y posibilidades para todos. Y el financiamiento del
Estado debe propiciar esta diversidad y multiplicidad de forma
transparente y abierta, promoviendo simultáneamente mecanismos para la
coproducción internacional, y que se complemente con la inversión privada, que
espero comience a darse cuenta que apostar al cine no tiene por qué ser dinero
perdido.
El gran reto es empezar a construir
definitivamente una industria cinematográfica en el país, que consolide un
mercado amplio y diverso, y que organice el trabajo en toda la cadena
productiva de los diversos agentes locales, incluso con la producción externa
(por eso en el anteproyecto de ley de cinematografía se hace hincapié en la
llamada “film comisión” que promueva la filmación extranjera en el Perú con
técnicos nacionales), y en ese proceso, las producciones nacionales podrán
depender cada vez menos, salvo las muy personales y arriesgadas, que también
son necesarias, de la subvención estatal sin riesgo, obligándose a buscar y
sintonizarse con la gente, que es a fin de cuentas la razón de ser de toda
expresión humana. Un buen ejemplo en esa línea es la producción de películas
animadas como ‘Los ilusionautas’ o ‘Rodencia y el diente de la princesa’, o las
ficciones de la productora Big Bang Films, que con persistencia encomiable
vienen apostando a una producción continua, sin dependencia de la financiación
estatal, y que no se divorcie del espectador. Un proyecto tan válido
y necesario como los de quienes desarrollan una mirada más personal de nuestra
sociedad desde el cine, con obras reconocidas por la calidad y originalidad de
sus propuestas en festivales internacionales de la mayor importancia,
-que nos prestigian en el exterior mucho más que los spots edulcorados de
la “Marca Perú”- y entre los que se pueden mencionar a jóvenes y talentosos
cineastas como Claudia Llosa, Josué Méndez, Rosario García Montero, Héctor Gálvez,
los hermanos Daniel y Diego Vega o Adrián Saba, entre otros.
¿Por qué el
peruano no consume cine peruano? ¿Cuál es la importancia de la diversidad
temática en el cine nacional? ¿Qué pasa con el cine regional, cómo se sostienen
esas películas que no llegan a tener un alcance masivo o que en todo caso se
desconoce en la capital?
La primera pregunta es bastante
compleja porque tiene varios componentes. Esta por un lado un prejuicio muy
difundido y aceptado, sin mayor conocimiento de causa, en contra de las
películas peruanas, a veces incluso con argumentos de moralina, como que
tendrían muchas lisuras –como si quienes lo vieran no las dijeran- o que había
profusión de desnudos, cuando no se refieren a que supuestamente se repiten los
temas de terrorismo y delincuencia. Lo que tal vez suceda es que la mayor parte
del cine peruano reciente no se ha plegado al discurso exitista que domina a
nivel oficial y mediático en este siglo, y a buena parte del público no le
agrade verse reflejado en el espejo de nuestras taras y miserias más profundas,
como el racismo y la violencia, y por eso prefieran invisibilizarlo.
Independientemente de lo anterior, también es cierto que buena parte de la
última producción, en especial la realizada con financiamiento público, se ha
enfocado de manera prioritaria en los fondos y festivales internacionales, que
celebran un cine más hermético y simbólico, lo que aleja a un público en su
gran mayoría muy poco formado, para quienes el cine se reduce a efectos
especiales y mucho marketing. Agréguese a lo anterior, la campaña franciscana y
muchas veces confusa de promoción de las cintas nacionales –aplastadas por los
blockbusters internacionales-, la carencia de un “star system” local fuera de
la televisión, la escasa cobertura de los medios y los conflictos con las
empresas exhibidoras; entre otras razones que podrían explicar la escasa
fortuna de las últimas películas peruanas, con la solitaria excepción de ‘Asu
mare’, que ha sido justamente todo lo contrario. Pero que al público peruano
le interesa sus historias lo prueba el mantenimiento de series exitosas en TV
como ‘Al fondo hay sitio’, que por supuesto no puede agotar todo nuestro
repertorio y diversidad, y por eso es necesario fomentar desde los niños y
jóvenes, y en las escuelas y centros culturales, una verdadera formación de
público en el lenguaje audiovisual, tan necesaria como el Plan lector.
En cuanto al cine regional, es
importante que ya no sea visto como un producto exótico, para notas
periodísticas o análisis de los antropólogos, sino como un realidad audiovisual
alternativa, que supo construirse por fuera del apoyo estatal, hasta hace poco
hipercentralista y restringido a algunos nombres. Es una producción que a pesar
de su precariedad presupuestaria y técnica, se insertó con el público de sus
regiones, comunicándose con ellos y dándole visibilidad. En los últimos años,
el Estado ha venido apoyado crecientemente este cine, dándole mayores recursos
para diversos proyectos, que le permitan alcanzar una mayor calidad técnica y
dramatúrgica para difundirse en espacios nacionales e internacionales.
En
resumidas cuentas, es muy importante y saludable que el cine peruano tenga y
genere dinero, como cualquier otra actividad humana, pero no se puede reducir
solo a eso, porque no se trata de un producto o servicio como cualquier otro,
medible exclusivamente desde una perspectiva contable, olvidando sus
dimensiones artísticas, comunicativas, sociales, educacionales y culturales,
además de la comercial. La próxima ley de cine debería garantizar, con el
apoyo del Estado y la concurrencia de la inversión privada, la construcción de
una cinematografía peruana que integre las diversas facetas de este medio, y
que promueva una producción amplia, diversa y plural, de todas las sangres y todas
las voces, como es nuestro país y su gente.
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