viernes, agosto 30

Coya Raymi



LOS INCAS Y LOS ECLIPSES DE LUNA
Maigualida Pérez, Venezuela


El Libro Segundo de los Comentarios Reales de los Incas contiene veintiocho capítulos. En el Capítulo XXIII Garcilaso de la Vega nos cuenta lo que hacían los Incas con los eclipses de Luna…
Los Incas contaron los meses por lunas, de una luna nueva a otra y así llaman al mes quilla, también como a la luna. Dieron su nombre a cada mes, contaron las semanas por los cuartos, aunque no tuvieron nombres para los días de la semana.
Al ver ennegreciéndose la Luna con un eclipse pensaban que estaba enferma y que si se oscurecía del todo moriría, se caería del cielo, todos morirían y se acabaría el mundo. De este modo, cuando empezaba el eclipse tocaban trompetas, cornetas, caracoles, atabales, tambores y cuántos instrumentos tenían que hiciesen ruido. A los perros, grandes y chicos, los ataban y les daban palos para que aullaran y llamaran a la luna, que era aficionada a ellos, y que oyéndolos llorar tendría lástima y mejoraría de su enfermedad. Igualmente mandaban a los jóvenes y a los niños que lloraran y diesen grandes gritos llamándola Mama Quilla rogándole que no muriese. Los hombres y mujeres hacían lo mismo. Había gran ruido y confusión. Conforme había sido el eclipse, grande o pequeño, juzgaban que así había sido la enfermedad de la Luna. Pero si llegaba a ser total, ya no había que pensar sino que estaba muerta, entonces lloraban temiendo que cayera sobre ellos.
Al ver que la Luna iba poco a poco volviendo a cobrar su luz decían que convalecía de su enfermedad porque el Pachacamac, que era el sustentador del Universo, le había dado salud y le había mandado que no muriese para que no se acabara el mundo. Y cuando acababa de estar del todo clara, le daban las gracias por su salud y por no haberse caído. Y finaliza el Inca Garcilaso diciendo: Todo esto de la Luna vi. por mis ojos.

Garcilaso de la Vega


Garcilaso de la Vega es el gran Cronista de la Historia antigua del Perú. Un mestizo que nació el 12 de abril de 1539, muy pocos años después de la muerte de Atahualpa, el último soberano Inca. Fue hijo del capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega Vargas y de Palla Chimpu Ocllo nieta del Inca Túpac Yupanqui, sobrina del Inca Huayna Cápac y prima de los medios hermanos Huáscar y Atahualpa. Lo bautizaron como Gómez Suárez de Figueroa en memoria de uno de sus abuelos, pero más tarde él decidió llamarse Inca Garcilaso de la Vega y expresó: A los hijos de español y de india, o de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en Indias; y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena y me honro con él. Aunque en Indias si a uno de ellos le dicen sois un mestizo, lo toman por menosprecio. Hablo la lengua que mamé en la leche.
Los Comentarios Reales constituyen la obra maestra de Garcilaso. Con ella nace “la literatura peruana” si se la entiende como una continuidad de las creaciones orales aborígenes.

La Biblioteca de Sebastián Francisco de Miranda
 
Francisco de Miranda, un personaje fascinante, representa al venezolano más universal de su tiempo. Militar, estadista y escritor. Este caraqueño siempre tuvo un sueño: que América fuera un Continente libre, unido y fraterno. Luchó en tres Revoluciones y es el único latinoamericano que tiene grabado su nombre en el Arco de Triunfo de París, su retrato está en la Galería de los Personajes en el Palacio de Versalles y su estatua erigida frente a la del General Kellerman en el propio campo de Valmy, en Francia. Napoleón cuando lo conoció expresó: Este Quijote, que no está loco, tiene fuego sagrado en el alma.
Christian Ghymers señala: Miranda fue el primero en concebir un auténtico proyecto político y constitucional integrador de Hispanoamérica y por eso se distingue entre los otros Precursores y Libertadores. Y más allá del ámbito continental, es un  precursor del constitucionalismo democrático contemporáneo.
Fue un hombre culto que manejó varios idiomas, hablaba español, inglés, francés, italiano, latín y griego. Visitó los Estados Unidos de Norteamérica, recorrió África, toda Europa y Grecia, de allí pasó al Asia Menor y al Imperio Turco. En Kiev, es presentado a Catalina de Rusia que hace de él uno de sus predilectos y le autoriza a utilizar el uniforme del ejército ruso.
Miranda tuvo contacto personal y directo con todos los grandes de su época: George Washington, Napoleón Bonaparte, Simón Bolívar, Catalina de Rusia, Federico de Prusia, Wellington, O´Higgins, Peel, La Fayette, Sucre, Stanislao Poniatowsky, Potemkin, Cochrane, Adams, Lavater, San Martín, Moreno, Montúfar, Alvear, Fray Teresa de Mier, Domingo José Martins, Palacio Fajardo, Roscio, Manuel y Pedro Gual, Hipólito Costa, José Bes y Andrés Bello, entre otros.
El Precursor, un apasionado por las artes y las letras, tuvo una gran pasión: la lectura. Los libros, sus amados libros, los libros de su vida, lo acompañaron por siempre y en distintos caminos, los cuidaba, los leía y releía, los consultaba y los amaba expresando: Me he quedado en casa leyendo con gusto y provecho. ¡Oh libro de mi vida, que recurso inagotable para alivio de la vida humana!
En sus peregrinaciones por el mundo no dejó de visitar todas las bibliotecas de las que tuvo noticias y anotar sus características. Se entristecía cuando no podía entrar a alguna de ellas, como le sucedió en Constantinopla y nos cuenta: Me embarqué por Gálata al canal y fui a ver el Kitab-khané, o Biblioteca de Reghib-Pachá, de la que nadie me había dicho una palabra y yo supe por casualidad la noche anterior que tal cosa existía y que la dejaban ver a ciertas horas del día. Para mi desgracia estaba cerrada hoy, más un turco civil me hizo ver dicha sala por las ventanas, que está muy bien dispuesta y los libros arrollados al uso antiguo, colocados en pirámides de madera que hay alrededor. El número podrá llegar a dos mil volúmenes, creo.
Miranda tuvo una magnífica y esplendorosa Biblioteca, con más de seis mil volúmenes, que puede seguirse a través de los sesenta y tres tomos de la Colombeia, el diario de su vida, en los cuales se insertan diversas listas de los libros adquiridos en muy variados lugares y fechas. Leyó a los clásicos reuniendo ediciones originales con comentarios y notas de los grandes humanistas y helenistas y coleccionó traducciones acreditadas. De la misma forma empezó a tener libros que estaban prohibidos por la Inquisición. Al igual que la amplitud de su cultura y conocimientos, la riqueza de su Biblioteca adquirió renombre durante toda su vida. En Atenas compró una casa que adornó con su esplendorosa Biblioteca. Luego, cuando estaba en París, los esbirros de Robespierre la revisaron sin poder hallar algún elemento que sirviera para llevar a la guillotina al general venezolano. Igualmente la tuvo en su casa de Grafton Street en Londres.
El poeta Hans Bagessen, en una carta al Duque de Augustenburg le dice: Es la Biblioteca más exquisita que he conocido y su dueño vive enteramente entregado a las Musas y a las Gracias, yo comparo su casa con la casa de Pericles.
Y el español Level de Goda, que lo conoció en prisión lo calificó: Como una biblioteca ambulante. A todos avasalla con su voz, con su lógica y con su fama, me tenía encantado. Paradójicamente la expresión que usa el europeo nos recuerda las palabras del griego Eunapio sobre el filósofo Longino a quien tanto admiraba Miranda: vivam quandam Bibliothecam et ambulans Musaeum (cual biblioteca viva y academia ambulante).
Miranda deseaba tanto la libertad de América que muchas veces veces no vaciló en empeñar esos volúmenes tan preciados para él para obtener fondos para tan noble empresa.
Al redactar su testamento dispuso: A la Universidad de Caracas se enviarán en mi nombre Los Libros Clásicos Griegos de mi Biblioteca, en señal de agradecimiento y respeto por los sabios principios de Literatura y de Moral Cristiana con que alimentaron mi juventud; con cuyos sólidos fundamentos he podido superar felizmente los graves peligros y dificultades de los presentes tiempos.
Los libros conservados no son, en absoluto, todos los libros griegos que integraban la Biblioteca ni tampoco todos los que el Precursor de la Independencia venezolana adquirió durante toda su vida. Suman 172 los autores griegos que llegaron a Caracas, este número asombra, pues sólo 12 de ellos corresponden a nombres tomados exclusivamente de la Antología Griega y 3 más a escritores tomados de una de las restantes colecciones de Miranda: La Biblioteca Graeca de Fabricio. El venezolano llegó a tener, en su Biblioteca alrededor de 160 autores griegos en ediciones autónomas, aparte de muchos otros que figuraban en otras colecciones.
Miguel Castillo Didier nos dice: La reflexión que surge es comparar ese número de autores clásicos con los escritores griegos que conoce en nuestra época una persona de cultura universitaria media, que pueden llegar a quince o veinte o algo más, a los que se acede por lo general en traducciones.
Muchos de esos libros constituyeron para Miranda enseñanzas definitivas, que mantuvo cerca de él durante toda su vida, entre los que destacan las obras de Maquiavelo, La Destrucción de las Indias, de Las Casas; obras de Lord Bolingbroke, Burke y Locke; Los Principios del Arte militar, de Federico de Suecia; La Historia Filosófica, del Abate Reynal; Los Principios de Política Natural, de Burlamaqui; Los Comentarios, de Julio César; El Arte de la Guerra, de Puyssegur; Táctica, de Guibert; así como también obras de Pope y Virgilio.
Buscó ampliar sus conocimientos científicos y literarios con el estudio de la Trigonometría, la Geometría, el Algebra, la Física, la Óptica, la Gramática, la Poesía y la Comedia. También complementó su cultura general con lecturas de Religión e Historia. Se ejercitó con la Geografía mediante el uso de mapas y globos terráqueos. Por último adquirió una flauta para ejercitarse en el arte de la Música leyendo las Reflexiones sobre la Música del Abate Dubos.
Sin embargo, su vida,  que debió culminar con una acción destacada en la carrera militar terminó siendo empañada como consecuencia de una Sumaria de 155 hojas que la Inquisición había remitido contra él en Sevilla  por delitos de proposiciones, tenencia de libros prohibidos y pinturas obscenas.
A todo esto se suma el Armisticio que firmó con los españoles en julio de 1812. Bolívar y otros revolucionarios creyeron que su rendición correspondía a una traición a la causa republicana por lo que frustraron su intento de escapar y lo entregaron al ejército español. Murió en el penal de Cuatro Torres del Arsenal Militar de la Carraca en San Fernando (Cádiz), España, en 1816.
Daniel Florencio O’Leary, edecán de Simón Bolívar, dijo sobre la muerte de Miranda: Miranda era un hombre del siglo dieciocho cuyo genio levanta el sentido y la confianza de sus conciudadanos Americanos. Aunque él se enorgulleció de ser soldado, sus batallas más grandes fueron libradas con su pluma.

Saba yareta kara: Gracias por tu lectura y recuerda: No se trata de ti, ni de mí, ni de tu pueblo, ni de mi pueblo. La historia de un pueblo de América es la historia de todos los hombres de América.







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