LOS INCAS
Y LOS ECLIPSES DE LUNA
Maigualida Pérez, Venezuela
El Libro Segundo de los Comentarios Reales
de los Incas contiene veintiocho
capítulos. En el Capítulo XXIII Garcilaso de la Vega nos cuenta lo que hacían los Incas
con los eclipses de Luna…
Los Incas
contaron los meses por lunas, de una luna nueva a otra y así llaman al mes quilla, también como a la luna. Dieron
su nombre a cada mes, contaron las semanas por los cuartos, aunque no tuvieron
nombres para los días de la semana.
Al ver
ennegreciéndose la Luna
con un eclipse pensaban que estaba enferma y que si se oscurecía del todo
moriría, se caería del cielo, todos morirían y se acabaría el mundo. De este
modo, cuando empezaba el eclipse tocaban trompetas, cornetas, caracoles,
atabales, tambores y cuántos instrumentos tenían que hiciesen ruido. A los
perros, grandes y chicos, los ataban y les daban palos para que aullaran y
llamaran a la luna, que era aficionada a ellos, y que oyéndolos llorar tendría
lástima y mejoraría de su enfermedad. Igualmente mandaban a los jóvenes y a los
niños que lloraran y diesen grandes gritos llamándola Mama Quilla rogándole que no muriese. Los hombres y mujeres hacían
lo mismo. Había gran ruido y confusión. Conforme había sido el eclipse, grande
o pequeño, juzgaban que así había sido la enfermedad de la Luna. Pero si llegaba a
ser total, ya no había que pensar sino que estaba muerta, entonces lloraban
temiendo que cayera sobre ellos.
Al ver
que la Luna iba
poco a poco volviendo a cobrar su luz decían que convalecía de su enfermedad
porque el Pachacamac, que era el
sustentador del Universo, le había dado salud y le había mandado que no muriese
para que no se acabara el mundo. Y cuando acababa de estar del todo clara, le
daban las gracias por su salud y por no haberse caído. Y finaliza el Inca
Garcilaso diciendo: Todo esto de la Luna vi. por mis ojos.
Garcilaso de la Vega
Garcilaso
de la Vega es el
gran Cronista de la Historia
antigua del Perú. Un mestizo que nació el 12 de abril de 1539, muy pocos años
después de la muerte de Atahualpa, el último soberano Inca. Fue hijo del
capitán español Sebastián Garcilaso de la
Vega Vargas y de Palla Chimpu Ocllo nieta del Inca
Túpac Yupanqui, sobrina del Inca
Huayna Cápac y prima de los medios hermanos Huáscar y Atahualpa. Lo
bautizaron como Gómez Suárez de Figueroa en memoria de uno de sus abuelos, pero
más tarde él decidió llamarse Inca
Garcilaso de la Vega
y expresó: A los hijos de español y de india, o de indio y española,
nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue
impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en Indias; y por ser
nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a
boca llena y me honro con él. Aunque en Indias si a uno de ellos le dicen sois
un mestizo, lo toman por menosprecio. Hablo la lengua que mamé en la leche.
Los Comentarios Reales constituyen la obra maestra de Garcilaso. Con ella
nace “la literatura peruana” si se la entiende como una continuidad de las
creaciones orales aborígenes.
La Biblioteca de
Sebastián Francisco de Miranda
Francisco de Miranda, un personaje fascinante, representa al venezolano más universal de su tiempo. Militar, estadista y escritor. Este caraqueño siempre tuvo un sueño: que América fuera un Continente libre, unido y fraterno. Luchó en tres Revoluciones y es el único latinoamericano que tiene grabado su nombre en el Arco de Triunfo de París, su retrato está en la Galería de los Personajes en el Palacio de Versalles y su estatua erigida frente a la del General Kellerman en el propio campo de Valmy, en Francia. Napoleón cuando lo conoció expresó: Este Quijote, que no está loco, tiene fuego sagrado en el alma.
Christian
Ghymers señala: Miranda fue el primero en concebir un auténtico
proyecto político y constitucional integrador de Hispanoamérica y por eso se distingue
entre los otros Precursores y Libertadores. Y más allá del ámbito continental,
es un precursor del constitucionalismo democrático contemporáneo.
Fue un hombre
culto que manejó varios idiomas, hablaba español, inglés, francés, italiano,
latín y griego. Visitó los Estados Unidos de Norteamérica, recorrió África,
toda Europa y Grecia, de allí pasó al Asia Menor y al Imperio Turco. En Kiev,
es presentado a Catalina de Rusia que hace de él uno de sus predilectos y le
autoriza a utilizar el uniforme del ejército ruso.
Miranda tuvo
contacto personal y directo con todos los grandes de su época: George
Washington, Napoleón Bonaparte, Simón Bolívar, Catalina de Rusia, Federico de
Prusia, Wellington, O´Higgins, Peel, La Fayette, Sucre, Stanislao Poniatowsky,
Potemkin, Cochrane, Adams, Lavater, San Martín, Moreno, Montúfar, Alvear, Fray
Teresa de Mier, Domingo José Martins, Palacio Fajardo, Roscio, Manuel y Pedro
Gual, Hipólito Costa, José Bes y Andrés Bello, entre otros.
El Precursor, un
apasionado por las artes y las letras, tuvo una gran pasión: la lectura. Los
libros, sus amados libros, los libros de su vida, lo acompañaron por siempre y
en distintos caminos, los cuidaba, los leía y releía, los consultaba y los
amaba expresando: Me he quedado en casa leyendo con gusto y provecho.
¡Oh libro de mi vida, que recurso inagotable para alivio de la vida humana!
En sus
peregrinaciones por el mundo no dejó de visitar todas las bibliotecas de las
que tuvo noticias y anotar sus características. Se entristecía cuando no podía
entrar a alguna de ellas, como le sucedió en Constantinopla y nos cuenta: Me
embarqué por Gálata al canal y fui a ver el Kitab-khané, o Biblioteca de
Reghib-Pachá, de la que nadie me había dicho una palabra y yo supe por
casualidad la noche anterior que tal cosa existía y que la dejaban ver a
ciertas horas del día. Para mi desgracia estaba cerrada hoy, más un turco civil
me hizo ver dicha sala por las ventanas, que está muy bien dispuesta y los
libros arrollados al uso antiguo, colocados en pirámides de madera que hay
alrededor. El número podrá llegar a dos mil volúmenes, creo.
Miranda tuvo una
magnífica y esplendorosa Biblioteca, con más de seis mil volúmenes, que puede
seguirse a través de los sesenta y tres tomos de la Colombeia, el diario de su
vida, en los cuales se insertan diversas listas de los libros adquiridos en muy
variados lugares y fechas. Leyó a los clásicos reuniendo ediciones originales
con comentarios y notas de los grandes humanistas y helenistas y coleccionó
traducciones acreditadas. De la misma forma empezó a tener libros que estaban
prohibidos por la Inquisición. Al igual que la amplitud de su cultura y
conocimientos, la riqueza de su Biblioteca adquirió
renombre durante toda su vida. En Atenas compró una casa que adornó con su
esplendorosa Biblioteca. Luego, cuando estaba en París, los esbirros de
Robespierre la revisaron sin poder hallar algún elemento que sirviera para
llevar a la guillotina al general venezolano. Igualmente la tuvo en su casa de
Grafton Street en Londres.
El poeta Hans
Bagessen, en una carta al Duque de Augustenburg le dice: Es la
Biblioteca más exquisita que he conocido y su dueño vive enteramente entregado
a las Musas y a las Gracias, yo comparo su casa con la casa de Pericles.
Y el español
Level de Goda, que lo conoció en prisión lo calificó: Como una
biblioteca ambulante. A todos avasalla con su voz, con su lógica y con su fama,
me tenía encantado. Paradójicamente la expresión que usa el europeo nos
recuerda las palabras del griego Eunapio sobre el filósofo Longino a quien
tanto admiraba Miranda: vivam quandam Bibliothecam et ambulans Musaeum (cual
biblioteca viva y academia ambulante).
Miranda deseaba
tanto la libertad de América que muchas veces veces no vaciló en empeñar esos
volúmenes tan preciados para él para obtener fondos para tan noble empresa.
Al redactar su
testamento dispuso: A la Universidad de Caracas se enviarán en mi
nombre Los Libros Clásicos Griegos de mi Biblioteca, en señal de agradecimiento
y respeto por los sabios principios de Literatura y de Moral Cristiana con que
alimentaron mi juventud; con cuyos sólidos fundamentos he podido superar
felizmente los graves peligros y dificultades de los presentes tiempos.
Los libros
conservados no son, en absoluto, todos los libros griegos que integraban la
Biblioteca ni tampoco todos los que el Precursor de la Independencia venezolana
adquirió durante toda su vida. Suman 172 los autores griegos que llegaron a
Caracas, este número asombra, pues sólo 12 de ellos corresponden a nombres
tomados exclusivamente de la Antología Griega y 3 más a escritores tomados de
una de las restantes colecciones de Miranda: La Biblioteca Graeca de Fabricio.
El venezolano llegó a tener, en su Biblioteca alrededor de 160 autores griegos
en ediciones autónomas, aparte de muchos otros que figuraban en otras
colecciones.
Miguel Castillo
Didier nos dice: La reflexión que surge es comparar ese número de
autores clásicos con los escritores griegos que conoce en nuestra época una
persona de cultura universitaria media, que pueden llegar a quince o veinte o
algo más, a los que se acede por lo general en traducciones.
Muchos de esos
libros constituyeron para Miranda enseñanzas definitivas, que mantuvo cerca de
él durante toda su vida, entre los que destacan las obras de Maquiavelo, La
Destrucción de las Indias, de Las Casas; obras de Lord Bolingbroke, Burke y
Locke; Los Principios del Arte militar, de Federico de Suecia; La
Historia Filosófica, del Abate Reynal; Los Principios
de Política Natural, de Burlamaqui; Los Comentarios, de Julio
César; El Arte de la Guerra, de Puyssegur; Táctica, de
Guibert; así como también obras de Pope y Virgilio.
Buscó ampliar
sus conocimientos científicos y literarios con el estudio de la Trigonometría,
la Geometría, el Algebra, la Física, la Óptica, la Gramática, la Poesía y la
Comedia. También complementó su cultura general con lecturas de Religión e
Historia. Se ejercitó con la Geografía mediante el uso de mapas y globos
terráqueos. Por último adquirió una flauta para ejercitarse en el arte de la
Música leyendo las Reflexiones sobre la Música del Abate
Dubos.
Sin embargo, su
vida, que debió culminar con una acción destacada en la carrera militar
terminó siendo empañada como consecuencia de una Sumaria de 155 hojas que la
Inquisición había remitido contra él en Sevilla por delitos de
proposiciones, tenencia de libros prohibidos y pinturas obscenas.
A todo esto se
suma el Armisticio que firmó con los españoles en julio de 1812. Bolívar y
otros revolucionarios creyeron que su rendición correspondía a una traición a
la causa republicana por lo que frustraron su intento de escapar y lo
entregaron al ejército español. Murió en el penal de Cuatro Torres del Arsenal
Militar de la Carraca en San Fernando (Cádiz), España, en 1816.
Daniel Florencio
O’Leary, edecán de Simón Bolívar, dijo sobre la muerte de Miranda: Miranda
era un hombre del siglo dieciocho cuyo genio levanta el sentido y la confianza
de sus conciudadanos Americanos. Aunque él se enorgulleció de ser soldado, sus
batallas más grandes fueron libradas con su pluma.
Saba yareta kara: Gracias por tu lectura y recuerda: No se trata de ti, ni de mí, ni de tu pueblo,
ni de mi pueblo. La historia de un pueblo de América es la historia de todos
los hombres de América.
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